En ese oscuro jardín la voz se difumina, los sentimientos se evaporan al ritmo de los latidos de un corazón, las palabras pierden el sentido; la tinta de mi pluma, vaga entre el perfume de las rosas.

Y entre todas las rosas, ahí se encuentra la más singular, una rosa negra, que aprendió a ser diferente, a sobrevivir entre espinas y sin corona de laureles. Como un ifrit sin deseos para cumplir.

jueves, 30 de junio de 2011

Mi Nereida


Todos tenemos algún vicio encubierto, unos más importantes y otros menos. Unos tienen vicio al café, al cigarrillo de después del café, otros al juego, aquellos a soñar y a veces incluso luchar por esos sueños.
También los hay que tienen vicio al conocimiento, a conocer lugares nuevos…unos son misántropos, otros egoístas por vicio…
Pero esta vez te hablo de alguien especial, una Nereida, era la misma Afrodita.


Ella tenía vicio a los labios, a los sabores, a los cuerpos, que se mecían en la noche entre sus sábanas de lino. Ella tenía vicio a saber más de su cuerpo a conocer cada recoveco del mismo, vicio al placer del cariño desconocido. Así es o quizás era ella, una extraña pero a la vez conocida para mi piel, hasta que el amanecer traspasara las persianas con los rayos.
Y así fue la última vez que recuerdo poder rememorar sus palabras traspasadas por el placer, una noche como la de hoy o mañana, una noche como cualquiera a excepción de que aquí junto a mi no estará ella.

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